miércoles, 30 de abril de 2008

El Baúl de los Recuerdos

EL BAÚL DE LOS RECUERDOS

Aunque aún son un misterio muchos de los mecanismos vinculados a la memoria, investigaciones recientes han esclarecido el funcionamiento de la memoria de trabajo o corto plazo, y también se ha constatado la existencia de falsos recuerdos.

Nancy Castillo E.

Basta con que la vista se haya fijado en la primera palabra de este texto, que en milésimas de segundo se haya entendido su significado y luego se siguiera a la segunda y sucesivas, para que miles de conexiones neuronales se hayan activado en la corteza prefrontal. Una capa de tejido que se ubica justo detrás de la frente y es la responsable de la memoria de trabajo. Algo así como una bodega que almacena información relevante para el momento y que se activa al comprender una frase, seguir un plan previamente determinado o recordar un número de teléfono. Si se la homologara a un computador sería algo así como la memoria RAM, que es justamente la que permite que se trabaje con archivos que se han extraídos del disco duro.

Estudios psicológicos han demostrado que esta memoria es fundamental en los humanos para razonar, evaluar y juzgar, cuando tales actividades deben apoyarse en el recuerdo de información contextualizadora. Como la corteza prefrontal se relaciona con la voluntad, las lesiones en esa área provocan cambios en la conducta. Según Ariel Gómez, especialista en neurociencias del Hospital de Neurocirugía, cuando los daños ocurren a nivel de la órbita ocular, el individuo se torna violento y cuando son más altos, se tiende a la abulia, al despropósito. “Este segundo caso es característico de los cacoinómanos y de quienes sufren de esquizofrenia, pero en esta última patología se nace con la lesión”, explica Gómez. Es justamente la posibilidad de encontrar un tratamiento farmacológico más efectivo lo que ha motivado a desentrañar los misterios de la corteza prefrontal.

Y como consecuencia de tales propósitos, ha crecido el conocimiento sobre la memoria de trabajo. Investigaciones de científicos de la Universidad de Yale, del Instituto Nacional de Salud Mental de E.E.U.U, del Tecnológico de Massachussets y de la universidad de Bologna, entre otros, han registrado las neuronas que se activan cuando los animales de experimentación mantienen información temporal en la memoria de trabajo. También se ha levantado la hipótesis de que dicha zona se organizaría en regiones que temporalmente almacenan información sobre diferentes dominios sensoriales: un área superior para lo espacial, y otra inferior para las apariencias de objetos. Otros estudios han distinguido la zona que se encargaría de “llevar la cuenta”, cuando se piensa en ciertas cosas. Por ejemplo, si a alguien se le pide que diga al azar los números del 1 al 10, tal área se encarga de “recordar” los que ya se han dicho, de manera de no repetirlos.

Pero los especialistas coinciden en que aún queda mucho por investigar respecto de la memoria y no sólo en lo referente a la del trabajo. Según una categoría general los seres humanos contarían con dos tipos de memorias: la declarativa y la procedural. La primera se refiere a las cosas que se pueden contar o explicar, y se subdivide en episódica y semántica. La episódica es la encargada de almacenar situaciones o hechos que ocurrieron en un momento y lugar precisos. Su relación con el tiempo es la que permite que se subdivida en: de corto plazo – (retención de información por algunos segundos, por los que algunos autores la homologan a la de trabajo), intermedia (va desde minutos a meses, como la lista para el supermercado o la materia que se estudia para exámenes de fin de semestre), y de largo plazo (episodios que acaecieron hace años). La memoria semántica se relaciona con conceptos que se construyen paulatinamente y se modifican con las experiencias, también incluye a hechos universales de la vida, como quiénes somos, quiénes son nuestros padres, etc.

En cuanto a la procedural o no declarativa se trata de la que graba las habilidades y destrezas, que pueden ser motoras- andar en bicicleta, nadar, dibujar, etc. – y perceptuales - que permiten el reconocimiento de los objetos. Dónde se ubica cada una, aún no está 100% determinado, pero sí se han distinguido alguna zonas. “Esto ha sido posible por el estudio de las lesiones en ciertas áreas cerebrales y sus consiguientes consecuencias”, explica el neurólogo Archibaldo Donoso. Claro que el asunto no es simple, pues la grabación de actividades motoras como el manejo de la gramática, el dibujo o el reconocimiento de las facciones de un rostro, involucran áreas distintas del cerebro. En el caso de la episódica, es el hipocampo el que mantiene los recuerdos del corto plazo, y los de la intermedia.

Las enfermedades y lesiones también han permitido observar que la memoria motora pareciera ser más firme. “Los enfermos de Alzheimer lo primero que pierden es la memoria episódica de corto plazo, y progresivamente el paciente llega hasta no saber quién es. En cambio la motora dura bastante; de hecho, muchos de los accidentes protagonizados por estas personas se producen porque no olvidan cómo abrir las llaves del gas, por ejemplo”, explica Gómez. Tal vez de ahí la percepción popular de que aprendizajes como andar en bicicleta o nadar, nunca se olvidan. Situación que no se da con materias de historia, por ejemplo, aunque se hayan repetido hasta el cansancio.

Estas actividades motrices quedan, además, grabadas en zonas bastante profundas: los ganglios basales. Estructuras que, por ejemplo, son las últimas que se deprimen cuando se bebe alcohol. Razón por la cual, los borrachos no “olvidan” como se maneja, sino hasta que ya han perdido una serie de otras funciones. “Hay que imaginar al cerebro como una cebolla, en que el alcohol la afecta de afuera hacia adentro. Primero se deprime la corteza, por lo que se eliminan las inhibiciones y la gente hace cosas que jamás haría sobrio. Luego se afectan las estructuras emotivas, y aparece el llorón o violento. Después se afecta el cerebelo y los ganglios basales, entonces, los movimientos son toscos, se altera la parte motora del lenguaje, y la estabilidad disminuye por lo que camina con las piernas más abierta y tambaleándose. En esta etapa aún no han olvidado manejar”, explica Gómez.

Ahora bien, la permanencia de los recuerdos no sólo depende de las estructuras que los albergan, sino de otras que se encargan del proceso de grabación. “las personas con lesiones talámicas pueden repetir la información que acaban de escuchar, pero en unos minutos la olvidan, porque no pueden grabarla”, explica Donoso. El recordar, por su parte, se relaciona con una serie de otras zonas cerebrales y estructuras. Esas serían las encargadas de rescatar las memorias cuando se las requiere.

Tan importante como el recordar es el olvidar. Se sabe que para mantener la sanidad mental es fundamental olvidar, pues no se podría vivir recordando cada episodio por insignificante que fuera. “Pero, aún no sabemos si el olvido se trata de una incapacidad del sistema de recuperación de memorias, o sea, que los episodios están almacenados en alguna parte, pero no se pueden encontrar, o si es simplemente un borrón”, asegura Gómez.

Curiosamente el cerebro no es sólo capaz de olvidar o perder los archivos, sino también de crear algunos por sí solo. Es el fenómeno que se conoce como falsas memorias. Por ejemplo, un padre relata una anécdota de la niñez, pero no todos estaban presentes en ese hecho. Si el cuento es escuchado justamente por el que no participó en el episodio, éste podría incorporarlo a sus recuerdos. Tanto así que al evocarlo, aparecerá como real y queda convencido de que sí fue parte de la anécdota. Esto puede llegar a situaciones tan dramáticas como “recordar” abusos sexuales de los que jamás se fue víctima.

Aunque por mucho tiempo se desestimaron a estas falsas memorias, recientemente, científicos de las universidades de Harvard y Arizona lograron respaldar el hecho. Se descubrió que cuando los recuerdos son reales, no sólo se activa el hipocampo del lóbulo izquierdo, sino también la región del cerebro que se vincule a la percepción del estímulo; ésta varía si es sonora, visual, etc. En los casos de falsas memorias sólo se activa el hipocampo.

corteza prefrontal

Hipocampo

Facciones

tálamo

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